miércoles, 27 de abril de 2011

CARTA A LA MONARQUÍA ORIENTAL 7: "apelotonamiento sagrado"


Antes de leer esta entrada, asegúrese de haber leído (y entendido) la entrada anterior a este BLOG “Carta a la monarquía oriental” para poder conocer mejor y entender el intríngulis de las aventuras y desventuras de Borjita Perdiz Colorado.


                     
De cómo me encontré en la morada de un ser supremo omnipresente, omnipotente y omnisciente, vestido como un servidor de Dios y acompañado de dos mujeres de muy buen ver, una enseñando las vergüenzas (y sin acto sexual previo) y la otra, agazapada detrás del sofá con un traje de novia de un blanco virginal, ya fuisteis informados en la entrega anterior.

Pues bien, narraré los acontecimientos que acontecieron acto seguido, y en los cuáles empieza a en revesarse la historia que acontece sobre lo acontecido.

Agustina, muy dada al nudismo pechuguero desde que nos conociéramos por primera vez, entró en el cuarto jadeando y contándome entre trompicones y palabras malsonantes,  que habían secuestrado a Don Marcelino y querían canjearlo por Catalina (la novia virginal), y tirándome acto seguido con fuerza en la mollera, la siguiente nota que daba veracidad a sus sospechas.

El papel que desplegué con sumo cuidado, decía así:

“A quien corresponda lo del anciano:
Para recuperarlo sin muertes antinaturales de por medio (el viejo está ya vivido) queremos que sigáis estas, nuestras instrucciones. A las doce cero cero (de la noche, por si esto le ayuda a ubicarse) tienen una habitación reservada en el Hostal “Piluca’s rums” sito en la calle petritxol número veinte a nombre de “Perales”. Una vez allí, se hospedaran junto con Catalina (la novia de esta ceremonia) y esperaran nuevas instrucciones.
Si hay policía de por medio morirán. Si no hacen lo que se pide en esta nota, morirán. Si pretenden hacernos jugarretas, morirán.
Firmado: no podemos identificarnos o también morirán.”

De mi exposición oral, que no fue digna de premio académico debido a mi lentitud para con la pronunciación de la eme que en tantos “morirán” era hallada, se oyeron unos gemidos detrás de la tapicería del sofá.

-¿No me entregaréis, verdad? – Dijo la doncella de pedigrí llorosa mientras salía de su escondite.

- Hueles a cadáver virgen– Dijo Agustina acto seguido de hacer una liberación de gas del tracto digestivo que olía a carajillo.

Catalina rompió a llorar nuevamente.

-A ver Catalina hijamía… –Dije aproximándome para acariciar su suave cabellera,  e intentando adueñarme de la situación cuál macho de la manada protegiendo a sus cachorrillos. – la verdad es que lo tienes magro… pero tranquilicémonos y pensemos en algo positivo…

Un sonido en la puerta interrumpió mi sermón, como buen padre, sobre la muerte y el no tener que preocuparse nunca más por la depilación, la celulitis y demás problemas terrenales.

 -¿Quien va? – Pregunté mientras las dos mujeres se escondían juntas, pero no revueltas, detrás del sofá.

-Soy Joan Carles Suñer, el padre de la novia.

Abrí la puerta,  encontrándome de repente con  una panza embutida en un frac, seguida por una cabeza calva vestida con un espeso bigote y dos piernas de alambre que sostenían el rechoncho cuerpo.

-Vaya… usted no es el padre Geremías… bueno pá’l caso… -Dijo sentando su plano y ancho trasero, dejando descansar así la barriga encima de las rodillas - lleva usted sotana que al fin y al cabo es la unión que tiene usted con Dios (bueno esa y el celibato, no sé si me entiende)… -encendiéndose un puro, prosiguió-  a lo que vamos… la niña se me casa, y antes tengo que confesarme…

- Sintiéndolo mucho y encontrándome ocupado con los preparativos religiosos de la ceremonia, con tres aves maría mirando hacia Burgos,  Dios le perdonará ipsofactamente. Que los católicos no somos gente rencorosa… -Dije intentando sacar al hombre de la habitación lo antes posible.

-Mire padre – prosiguió ignorando por completo mis sabias palabras. – En esta boda tiene usted delante a la crème de la crème de la burguesía catalana. Panoja de la buena en cada traje de esmoquin que encuentre dentro. ¿Usted cree que nosotros, la clase social alta, hacemos dinero con oenegés para niños del África? Pues no… yo en concreto, me dedico a continuar el negocio de mi familia, soy el “hereu” de los Suñer… ¿me sigue?...  tengo una fábrica de pegamento con ligeras dosis de cocaína que distribuyo en los colegios a buen precio, para que estos se vayan enganchando y consuman mis productos, luego vendo un antídoto para desengancharse en la farmacia a un precio desorbitante… e aquí el beneficio que paga una torre en Vallvidrera y que la niña estudie en un buen colegio del Opus.  –Dicho esto le pegó una pipada al puro tan profunda, que exhalaron humo hasta sus zapatos.- Esta boda nos servirá para impulsar nuestro negocio en las afueras de España, porque como ya sabrá usted bien, mi yerno domina el lenguaje anglosajón a la perfección…

-Bueno si ese es el caso que le preocupa, y que quiere que Dios le perdone, su castigo va  a ser bajar un poco el precio del antídoto en las escuelas públicas… ¿de acuerdo?... Pues venga no se olvide usted de sus avesmarías y a sentarse a esperar que empiece el bodorrio.

-No padre, espere. Todo iba bien, hasta que ayer me dieron una muy mala noticia –Dijo derramando una lagrimilla que se perdió en su espeso mostacho.-  Para resumirle rápidamente, mi matrimonio es una farsa. Conocí a Aureliano Palomares estando yo en la mili y me enamoré perdidamente de él. Teníamos una relación. Estábamos enamorados… ya sé que esto la Iglesia no lo entiende, y seguramente por eso Dios me ha castigado. Encontraron a Aureliano calcinado en un piso de la Plaça del Pí… Creo que mi Palomito tenía un amante que fue quien lo mató y no pararé hasta ver a ese gigoló muerto con las tripas perforadas… ¿me sigue?

Comprobando  que era genético en esa familia lo de la lágrima fácil, Joan Carles se puso  a berrear.

La pista sobre un cuerpo muerto en un piso de mi calle, me hizo pensar que podría tratarse del muerto hallado en mi cama ese mismo día. Hice, expresamente, oídos sordos a la palabra calcinado, ya que llevaba todo el día llevándome malas noticias, y siendo yo una persona sensible y por ende depresiva, no quería hacerme ideas preconcebidas de lo que podría haberle pasado a mi humilde, y modesto hogar.

Intentando de nuevo, adueñarme con la situación, quise aproximarme para calmarlo y acariciarle la cabellera, pero como en este caso era alopécico me centré en el mostacho.

-Éramos como el romeo y el Julietto de la mafia catalana ¿me sigue?... –Dijo entre sollozos y lamentos.

Cogí la botella de vino que había aún del cura fallecido, y se la puse en la comisura del labio intentando así que dejara de llorar. Se la bebió de un trago, y cuando empezaba  ya a relajarse a causa del alcohol, sonaron otra vez los dichosos golpecitos en la puerta.

-No pueden saber que estoy aquí – Dijo cogiéndome de la sotana. 

–Tiene que esconderme usted detrás del sofá…

-Será mejor que se quede bajo el escritorio… que el sofá está lleno de mugre y lo va a dejar perdido.
Esperé hasta que el progenitor de la novia, hubo embutido sus carnes y grasas bajo el escritorio, para poder abrir la puerta de nuevo.

Volví a girar la manecilla de la puerta, por cuarta vez durante la tarde noche encontrándome así con una mujer de unos cincuenta años, muy bien operados.

-Padre Gere… Usted no es el padre Geremías…

-Es usted una mujer muy observadora –Dije besando la mano llena de sortijas, que esta me alcanzó al entrar. –Soy su sustituto, el que casará a Doña Catalina en cuanto Dios todopoderoso y los integrantes de esta boda me lo permitan.

- Bueno no es usted tan atractivo como él, pero me sirve. Mire usted, dentro de unos diez minutos, vamos a casar a la niña, y esto me pone depresiva. El padre Geremías siempre me dedica cinco minutillos de su cuerpo cuando me pongo triste. Sólo es un préstamo, una ayuda al prójimo en los ojos de Dios… aunque a juzgar por su fisionomía, no creo usted que tenga demasiados escarceos, seguramente con veinte segundos lo tenemos enllestido. Ala bájese los pantalones, que yo ya he venido sin ropa interior.

Y dicho eso la mujer se levantó las faldas, dejando entrever aquello que solo había visto hojeando revistas no aptas para curas, en el quiosco de Don Miguelón.

Subiéndome a prisas la sotana y desabrochándome la bragueta, volvieron a interrumpirme por quinta vez los ya odiosillos golpecitos en mi santo despacho.

Puede observar por las piernas peludas que se hallaban debajo de unos delicados vestidos de seda, que eran los gorilas de la entrada.

-Padre, la boda tiene que empezar ya o la familia del  novio se lanza a tiros con todo el mundo.

Entonces el de la izquierda se rascó las partes bajas de una forma muy poco femenina y se fueron tal y como habían venido.

Despedí a la señora Suñer, citándola al oído de nuevo para una tarde más tranquila. Cuando se hubo ido, hice palanca con una escoba para sacar al Señor Suñer de debajo de la mesa. Cuando dejó por fin de berrear y se fue cerrando la puerta, fui, entonces, en busca de mis damiselas.

-La muy debilucha se ha desmayado. Vamos a darle de ostias hasta que sea necesario para empezar el bodorrio. Una vez acabada la ceremonia, buscamos alguna excusa y nos la llevamos al motel.

Estando yo sin sangre en la cabeza, y dejándome llevar, como estaba haciendo todo el día, asentí y dejé que los planos de Agus fueran órdenes para mi esbelto y algo cansado cuerpo de sacerdote.

martes, 8 de marzo de 2011

CARTA A LA MONARQUÍA ORIENTAL 6: "el casorio"



Cruzamos el paso de cebra que llevaba a la Iglesia de Santa María del Mar (donde se pretendía el contrato marital de los Cucal), el vetusto inválido, mi gacela de amor y un humilde servidor.
No teniendo mucho tiempo para planear la manera de actuar, mi ángel de la ley me propuso mezclarse con la servidumbre, pudiéndome yo así mezclar con la burguesía catalana como acompañante del anciano que amablemente habíamos secuestrado.
-Está bien, pero me niego a recuperar la dentadura postiza que se ha metido en los calzones. –Dije señalando las encías de Matusalén.
Subí las escaleras de la majestuosa basílica, no adaptada para impedidos, con Don Marcelino a las espaldas y la silla de ruedas en la otra mano encontrándome en  la puerta dos gorilas de gimnasio vestidos de monaguillo, que pedían las invitaciones para la ceremonia nupcial.
-Buenas tardes tengan ustedes. –alargué la mano majestuosamente a modo de presentación, disimulando así mis limitaciones en cuánto a educación. - Este antepasado que llevo colgando en mi espinazo es Don Marcelino, y yo soy el enfermero que lo acompaña, le cambia los pañales y le procura los narcóticos farmacéuticos recetados por el distinguido Doctor Juanola del consultorio de Sarriá-San Gervasio.
Los dos matones comprobaron que mi susodicho acompañante estaba vivo y que constaba en los registros del desposorio, dejándonos pasar no sin antes darme dos capones y medio en la mollera por obligación, según ellos, del reglamento de seguridad.
Una vez entramos  (y siendo yo una persona de afectividad profunda, y de entrañas sensibles), me deshice del viejo  en la puerta de los baños femeninos, no sin desearle antes una defunción indolora, y me encaminé a buscar el cuartucho donde se encontraba el sacerdote.
No tardé en encontrarlo sentado en una butaca en la penumbra de un despacho, y bebiendo vino tinto directamente de la botella.
-Vaya usted con Dios, Padre –empecé utilizando la jerga que había aprendido años atrás, cuando el colegio de los Lazarillos Termosos vino de público al circo. – Tengo unas preguntas que hacerle, ¿le importaría a dedicarme cuatro minutillos de su tiempo?
El párroco estaba inquieto. Me miró atemorizado y con los ojos brillosos. Acto seguido cerró la puerta con llave dejándonos a los dos solos dentro, cosa que me inquietó ligeramente por la cantidad de leyendas urbanas con respecto al celibato eclesiástico, y se volvió a sentar.
-Será mejor que no nos andemos con rodeos. Por alguna extraña razón usted me ha encontrado y yo sé el porqué. Por lo consiguiente, sé que sabe que yo lo sé, porque le he dicho que lo sé. Y usted me preguntará que qué es lo que sé, a lo que yo responderé  que lo que sé, hace que usted esté aquí ahora mismo, es sobre el asesinato de Aureliano Palomares. Porque es por el asesinato que usted está aquí, ¿verdad? Si es afirmativo diga si, y en caso contrario diga sí también, ya que si no estuviera usted relacionado, ahora lo acabo de implicarlo sin querer igualmente.
Moví afirmativamente la cabeza, cosa que hizo que él continuara con el tergiversado relato que a continuación les narro.
-En fin. La Iglesia Católica declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado bajo penas de excomunión automática… ¿me sigue Usted?... Por ello sé lo que sé, pero no puedo contarle lo que sé… Que lo que sé, es seguramente lo que Usted no sabe, porque si lo hubiera o hubiese sabido, no estaría ahora aquí preguntándome lo que sé… no sé si me entiende... Me encantaría decirle lo que sé pero no puedo hacerlo con los labios… así que, lo intentaremos con la mímica…
Y levantándose para expresar corporalmente todo aquello inteligible que expresaba oralmente, se volvió a desmayar en la silla a causa de un proyectil en forma de bala que entró por la ventana dejándole un agujero en los sesos al cura, y en consecuencia más tieso que la mojama.
Sin tener tiempo de maldecir a los malhechores que no solo mataban a mi única pista, sino que volvían a relacionarme con un crimen a sangre fría, se escucharon unos golpes secos en la puerta.
-Padre, abra, soy yo. Necesito hablar con usted en seguida.
Sin tener muchas opciones que barajar, escondí el fiambre en un armario, quitándole la sotana y poniéndomela yo en cuestión de segundos  y abrí la puerta encontrándome con una sofisticada chica rubia como el trigo, espigada, y vestida de novia de alto estanding.
-¿Y el padre Geremías? –Dijo desconfiada entre delicados pucheritos.
- Ha tenido que salir por un exorcismo a domicilio. Me presento, soy el padre Zacarías que vengo en su nombre y lugar con motivo de su casamiento. Dios la bendiga a usted, a su prometido y a toda la zona alta Barcelonesa que se encuentra en esta ceremonia.
- Padre… Zacarías… yo…  no puedo casarme hoy….
-Mujer, los nervios antes de la boda son de lo más común. Ver tanta gente y pensar que puede tener pelusilla en la zona bigotera, o que empezará a sudar a raudales como si fuera un tocinillo… es normal, no se inquiete…
-No Padre, no es eso… -y rompiendo en uno de esos llantos de alta cuna, que vienen con pataleta, añadió- Creo que intentan matarme… 
Estando ya a estas alturas familiarizado con la palabra muerte, quise calmar a la chiquilla diciéndole que tampoco había para tanto, cuando estando ella a punto de explicar el porqué de sus afirmaciones volvieron los golpecitos de la puerta.

-No pueden encontrarme.  –Dijo ella con una mueca de terror en su delicada tez de muñeca de porcelana.
-No temas, y escóndete detrás del sofá. En seguida me desharé de la visita y así podremos hablar acaloradamente sobre ello.
Una vez se hubo escondido la princesita, abrí la puerta encontrándome por ello con los dos gorilas antes vestidos de monaguillos, ahora de damas de honor verde manzana.
-Está por aquí Catarina? –Dijeron a la vez.
- Pues si están buscando a la dichosa novia que sepan que no la he visto por aquí… Vayan a mirar en las estancias del novio, que con la educación sexual que recibe la juventud de hoy en día, estarán copulando como animales… -y sin salirme del papel, añadí –Que Dios bendiga a la entrañable pareja.
Y dejé que se fueran con cara de incrédulos, volviendo a retomar el hilo de conversación, cuando por tercera vez aquella tarde,volvieron a sonar los golpecitos dejándola con la palabra en la boca.

-Abre en nombre de la ley o tiro la puerta abajo y te vuelo la sesera.
Abrí la puerta, encontrándome a Agustina con la camiseta rota, media pechuga fuera, sudada y con su pequeño revólver en las manos.
-Tenemos que irnos. Han secuestrado a Don Marcelino y nos piden como rescate a la escuchimizada capitalista que tienes escondida por aquí.

martes, 22 de febrero de 2011

CARTA A LA MONARQUÍA ORIENTAL 5: "El séptimo primera"


Asegúrese de haber leído (y entendido) la entrada anterior a este BLOG “Carta a la monarquía oriental 1,2,3 y 4" para poder conocer mejor y entender el intríngulis de las aventuras y desventuras de Borjita Perdiz Colorado.


Nuestra decepción se hizo patente de inmediato cuando, abriéndonos la puerta del séptimo primera, (de la cual teníamos grandes expectativas en cuanto a la resolución de los crímenes acontecidos en mi hogar) apareció un cadáver parlante que pesaba unos doscientos cincuenta gramos y del tamaño de un niño de siete años.
-Buenas tardes caballero y hermosa damisela –Dijo dejando la vista perdida en el turgente busto de mi acompañante- Sean ustedes bienvenidos a la residencia de la tercera edad, La fraternidad. – Y dicho esto abrió los brazos y genuflexionó las rodillas para invitarnos a pasar.
-Buenas tardes pequeño hombrecillo arrugado –Dije accediendo a su invitación y adentrándome en una claustrofóbica recepción que olía a lejía. –Yo y mi atractiva acompañante, venimos a dar conferencias y ponencias sobre Dios todopoderoso y el reino de Jehová.
-Claro, claro. Mi nombre es Gregorio Champiñón y soy el director de este centro. Pasen primero a parlamentar a mi despacho y luego ya nos reunimos con los pacientes –Y con una risa enlatada que sonaba a bronquitis terminal, añadió -bueno, los que hayan sobrevivido al cloroformo para la siesta.
Nos hizo entrar en un pequeño habitáculo sin ventanas y con aroma a humedad.
Nos preguntó que queríamos beber, a lo que yo respondí “un biterkas” y Agus “un tinto de verano, largo de tinto”.  Él se disculpó explicando que con las inexistentes ayudas que obtenían del gobierno y las pocas plazas solventes que estaban ocupadas en ese momento, podía ofrecernos agua del grifo y pan duro a lo sumo. Así que conformándonos con la miseria ofrecida, nos dispusimos a averiguar cosas sobre el lugar.
-¿Y reciben muchas visitas los viejunos? –Dijo Agus frotándose el escote para intentar accionar el botón de la grabadora.
Este gesto erótico nos dejo trastocados a mí y a Don Gregorio, quedándose este último, en un estado de parálisis vegetal momentáneo.
-Nos gustaría saberlo, porque nos llevamos comisión según los feligreses que captemos…  -Dije yo aproximándome al cuerpo incandescente y cogiéndole el pulso para verificar que seguía con vida.
-Sisi, perdonen…cofcof… es que me he despistado… ¿De qué estábamos hablando?
En ese mismo momento, entró en el despacho un jugador de rugby disfrazado de enfermera.
-¿Señor director, puedo hablar con usted en privado?
-Disculpen ustedes. Margarita no me  llamaría si no fuera un asunto urgente. Vuelvo en tres minutos.
Y se alejaron los dos cuchicheando por el pasillo.
Habiendo en mi familia casos serios de hombres calzonazos, y siendo un gran antecesor de ellos, pedí permiso a Agus para ir al servicio cosa que me concedió sin trabas.
Siguiendo las indicaciones que me dio una anciana senil que jugueteaba con la dentadura postiza de alguna otra persona prehistórica, fui directo a evacuar las aguas menores que apretaban mi vejiga.
Una vez llegué al baño y adentrándome ya en mis labores orgánicas, escuché por el respiradero del retrete una conversación que se estaba  llevando a cabo en la sala contigua, identificando las voces del director y del travestido profesional de futbol americano con cualidades de enfermería.
-Señor, hoy no han venido a buscar a Marcelino. Es raro, siempre vienen puntuales a las seis y media y ya son las siete
-Sí que es extraño sí… Hoy venía a buscarlo Aureliano Palomares para llevarlo a la boda de los señores Cucal. Será mejor que Llame a su hija Bonifacia para ponerla en aviso.
Caminé a paso rápido por el pasillo esquivando andadores para tomar ventaja a Don Champiñón, e intentar poner en antecedentes a mi flor de lis sobre las averiguaciones con las que me había topado (y esperando recompensa sexual por tal hazaña), encontrándome de repente con su trasero respingón que asomaba por encima del escritorio del director de ese centro de reliquias antropológicas.
-Aquí no hay más que gente deprimente –Dijo su voz saliendo de entre las nalgas fucsias. –Es como buscar una puta aguja en casa de un chatarrero.
-Agus, escúchame – Pronuncié entre jadeos- creo que he dado con una pista, no tengo tiempo de contarte nada. Tú únicamente sígueme el rollo.
Cuando Don Champiñón volvió a entrar en la sala, nos encontró tranquilamente sentados en las butacas de polipiel conversando como dos sectarios cualquiera un martes a media tarde.
-Oiga Don Gregorio, se nos hace tarde y a parte de nuestro cometido con Dios, nos sacamos unas perrillas libres de impuestos trabajando para Don Aureliano. Así que si es usted tan amable tráigame al entrañable abuelete y la dirección del bodorrio que se nos hace tarde y no está el horno para bollos… y ya mañana, si eso, volvemos con un powerpoint santificado para profundizar más sobre el tema.
 -¿Ah, son ustedes los encargados? –Dijo el hombre sin ni una sospecha, ni media- tome nota y espere que ahora aviso a Margarita para que traiga a Marcelino.
Margarita llegó a los diez minutos con un fósil calvo, rancio y enclastado en una silla de ruedas.
-Vigilen ustedes al hombre, que últimamente le están dando brotes de demencia senil.
-No se preocupen, el vejestorio está a salvo con nosotros. ¿Hay que darle alguna mierda para que se duerma? –Dijo con sutil delicadeza mi defensora de la ley, dejando ojipláticos tanto a Gregorio como a Margarita.
De repente, y contra todo pronóstico, Marcelino dio señales de vida.
-¿Me he muerto y Dios es una prostituta? –dibujando en su extraño rostro algo parecido a lo que antes fue una sonrisa…


viernes, 11 de febrero de 2011

CARTA A LA MONARQUÍA ORIENTAL 4: " El informólogo"




BARCELONA
HALLAN UN HOMBRE MUERTO EN UN PISO CALCINADO DE LA PLAÇA DEL PÍ.
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“El sospechoso del asesinato huyó a plena luz del día, mientras las fuerzas de seguridad veían la retransmisión del partido Barça-Madrid.”
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EFE / EL INFORMÓLOGO - Alvarita - 09/02/2011  
Un crimen pasional podría ser la causa de la muerte de Aureliano Palomares Iglesias, que fue hallado ayer muerto de un disparo y calcinado, en el quinto piso sin ascensor del edificio número 11 de la plaça del Pí.
Según los Mossos d’Esquadra, la prueba de ADN practicada al chamuscado cadáver ha confirmado la identidad de la víctima, director jefe de la Asociación de Bares de Garrafón (AGB) y también profesor del curso de efepé “Cómo convertir colonia Nenuco en ginebra Beefeter”.
Los hechos ocurrieron a las dieciséis cero cero de ayer cuando la víctima, por motivos desconocidos, se hallaba en  el domicilio de Borja Perdiz Colorado sito en la Plaça del Pí. El principal sospechoso, el mismo Borja Perdíz (que tiene antecedentes por robo y delitos menores) está en paradero desconocido desde que huyó del lugar del crimen aprovechando que las fuerzas de seguridad y orden público se encontraban sintonizando el canal para ver el Barça Madrid más esperado “Nos merecíamos verlo, trabajamos muy duro” dijo el portavoz del cuerpo policial.
Una vez se terminó el encuentro con la consecuente victoria del equipo catalán, los investigadores de olores corporales de los Mossos decidieron celebrarlo tirando unos petardos que entraron accidentalmente en el lugar de los hechos, iniciando así un foco de fuego que se propagó por todo el edificio “nos merecíamos celebraro, trabajamos muy duro” comentó el mismo portavoz del cuerpo del orden.
 Las cosas se complicaron más, cuando efectivos de los Mossos d’Esquadra, la Guàrdia Urbana y los servicios de emergencias tuvieron que socorrer a todo el vecindario de una intoxicación de cannabis aguda generada por el humo de un cultivo de marihuana ilegal que había en el edificio, y que estos  inhalaron involuntariamente “la gente tenía la boca seca y atracaban los badulaques… era como una serie de terror”. Esta mañana un equipo de psicólogos voluntarios ha ido al lugar para dar su apoyo psicológico a las familias de los afectados por el narcótico ilegal.
Aunque los Mossos d’ Esquadra mantienen abiertas todas las hipótesis para tratar de esclarecer el móvil del crimen y a su autor, tienen pocas esperanzas de encontrar pistas de entre las cenizas.
Informa Alvarita Alcahueta Fernández

martes, 1 de febrero de 2011

CARTA A LA MONARQUÍA ORIENTAL 3: "la calle camelias"






Asegúrese de haber leído (y entendido) la entrada anterior a este BLOG “Carta a la monarquía oriental” , y la posterior "Carta a la monarquía 2" para poder conocer mejor y entender el intríngulis de las aventuras y desventuras de Borjita Perdiz Colorado.

Después de haberme administrado a mí mismo (y sin queja ninguna) el narcótico que me había proporcionado tal defensora de la ley, mi  Venus de Milo habló de nuevo.
-Oye tontito, será mejor que bajemos a oscuras y sin hacer ningún ruido ¿dacuerdo?… Mira, tendría que detenerte ahora mismo y llevarte a comisaría cagando leches para someterte a un trece quince (interrogatorio con puñetazos en el estómago), pero no me viene bien porqué a las ocho tengo que ir a buscar a Froilán y aún tenemos que hacer una visitita a la calle camelias… ¡Ah! Y no hagas ninguna tontería que te corto las pelotas tan pronto como canta un gallo, ¿estamos?
Asintiendo yo como un inocente corderito, me distraía en la oscuridad adivinando su respingón trasero mientras bajábamos en escrupuloso silencio las escaleras (exceptuando cuando las palabras “me-cago-en-dios-que-mato-a-tol-mundo” salían de su tierna boca cada vez que se torcía un tobillo debido tanto a sus enormes tacones, como a los desiguales peldaños del edificio que olía a orín).
Cuando por fin llegamos al portal, la primera hora de la tarde se colaba en forma de luz a través de los cristales de la puerta de entrada. Ya pudiendo dedicarme a su trasero turgente con más calma y visibilidad, me aguó la fiesta diciéndome que teníamos que encontrar algún sistema de camuflaje para poder salir de allí. Solo encontramos dos plantas de marihuana que algún vecino de conducta sospechosa cultivaba en el portal, detrás de las escaleras (pareciera que los habitáculos de aquella infraestructura construida, carecían de metros cuadrados útiles con los que poder delinquir tranquilamente).
Dejamos los tiestos con el ilegal cultivo delante de la puerta con la intención de escondernos detrás, e ir avanzando lentamente. Una vez empezamos con los malabarismos, observamos que todos nuestros esfuerzos para no ser descubiertos eran en vano, ya que ese mismo día a esa misma hora se disputaba el Barça-Madrid más esperado, y los agentes de la ley estaban tan ocupados haciendo un puente en la antena del edificio de enfrente para empalmar una tele de plasma y poder ver el partido, que podríamos haber salido en pelotas con la cabeza del muerto en una mano y cantando “bailar-pegados-no-es-bailar” en medio de la vía pública, que nadie hubiera reparado en nuestra presencia.
Nos metimos en el Citröen Berlingo de Agus, y con dos trompos y una derrapada estacionamos enfrente de la calle Camelias número doce. El efecto del narcótico por vía nasal que me había metido hacía escasamente una hora, me estaba acelerando el ritmo cardíaco y mejorando mi sociabilidad. Así que levantándome las solapas de la camisa, decidí que ya había llegado el momento de camelarme a mi gacela y dejar mi virginidad en la parte trasera del automóvil.
-¿Agus, como haremos para entrar en la propiedad? –Dije, intentando empapar mi cara de suspense, preocupación y atractivo, y pasando el brazo por encima de su apoyacabezas. Carraspeé un poco para bajar dos grados mi tono de voz, y en plan Nicolasqueich añadí – ¿Quieres que hagamos un allanamiento de morada?
-A ver mindundis,  como me vuelvas a llamar Agus o a aproximarte a menos de veinte centímetros de mi, te meto un tiro de tan cerca que te depilo el entrecejo…  -Y suspirando por la lágrima que se había deslizado por mi mejilla, causada por su despiadado moco, salió del coche adentrándose en el oscuro portal.
Sacó el papelito de entre el tirachinas y la carne, y picó al séptimo primera mientras me apartaba a un lado del interfono.
-Buenos días, mi nombre es Gertrudis Buenpastor y pertenezco al gremio “Marujas felices con Thermolux”, ¿Sería tan amable de dejarme entrar a su humilde piso para que le haga una demostración de tan increíble máquina?
De entre las paredes de ladrillos, sonó una voz masculina confusa y metálica.
-Mire usté, no podría interesarme menos…
Sin rendirse, se colocó bien el escote y volvió a picar.
-Buenos días… ejem… se ha cortado la conexión… Quería decirle que seguramente no conoce la Thermolux, la máquina inteligente que se encarga tanto de llamar a la pescadería, como de introducir en el aparato los elementos necesarios para hacer crema de besugo con rape, higos y altramuces.
La voz metálica volvió a interrumpirla esta vez con un tono más agudo:
-Disculpe señorita, pero hace unas semanas vino también una chica de buen ver y con las faldas muy cortas vendiéndome una thermomix que me costó un ojo de la cara. Me dijo que hacía pan con solo mirarla y ¿Sabe qué? Me pasaba el día mirándola y lo único que hacía era acumular polvo. Al principio pensé quizá las motas de polvo eran migas de pan, así que deslice mi lengua por el artilugio para constatar mis averiguaciones, ¿pero a que no sabe qué pasó? Pues que me puso la glotis del tamaño de un escroto porque soy yo alérgico a los ácaros y al polen, teniendo que pincharme en urgencias adrenalina directamente en la ingle ¡así que coja su chatarra y métasela por dónde le quepa!
Y volvió a colgar dejando a Agus hecha un basilisco, chillando improperios e insultos estilo “maricojonudogiliputariano” y rebuscándose el revólver en sus pechugas con la cara roja como un tomate. Le invadió un histerismo tan grande, que se convirtió en el espectáculo de los viandantes que pasaban e esa hora por allí. Algunos, desafortunadamente, acompañados de menores de edad.
Para no levantar sospechas y sabiendo yo de recursos callejeros rápidos, me dispuse a pedir monedas aclarando que se trataba de un espectáculo teatral que estábamos ensayando, y del cual necesitábamos fondos para poder estrenar. Los transeúntes picaron, algunos dejándome calderilla y otros susurrándome al oído que me deshiciera de  la chica porque sobreactuaba.
Una vez Agus se hubo calmado y limpiado la espuma que le salía de la boca, y quedándome aún intermitentes efectos corporales del alucinógeno en mi cuerpo, le dije que me dejara intentarlo a mí. Subió sus hombros, como queriendo decir “por-mi-como-si-te-mueres” y volviendo a pulsar el botón del interfono, me reencontré de nuevo con la voz enlatada del séptimo primera.
-¿Diga?
-¿Buenas tardes, puede usted abrirme? – Dije atándome una corbata ficticia para entrar mejor en el papel. - Somos testigos de Jehová que venimos a hablarle durante horas sobre Dios, los testigos de Dios, Jehová, los testigos de Jehová que picamos a los interfonos, y como poder ir directo al cielo y sin pagar peajes.
-MMMMMMeeeeeeeccccccc  

La puerta se abrió, haciendo que Agus volviera a meterse el revólver en la pechuga.

martes, 25 de enero de 2011

CARTA A LA MONARQUÍA ORIENTAL 2: "cómo conocí a Agustina"


Antes de leer esta entrada, asegúrese de haber leído (y entendido) la entrada anterior a este BLOG “Carta a la monarquía oriental” para poder conocer mejor y entender el intríngulis de las aventuras y desventuras de Borjita Perdiz Colorado.


Abrí la ventana de mi (ya no tan) confortable hogar, y lancé mi carta al vacío con la esperanza de que sus señorías la recibieran por arte y gracia divina. Cuál fue mi decepción cuando apenas se desplazó cinco centímetros del marco del cristal, fue atravesada por dos balas del calibre 45 desintegrándola en milésimas de segundo.  Acto seguido (tal y como Newton predijo) las balas volvieron a bajar por donde habían venido dejando un “Toñito,joputa que más dao!” y el ruido de una sirena de ambulancia que se alejaba. La policía seguía en la calle, o al menos los que habían sobrevivido a su propio tiroteo.
El plan “A” había fallado. Así que no quedándome otra opción que ejecutar el plan “B” me acurruqué en una esquina intentando no dejar que la prostituta me viera llorar.
Ella, en cambio, registró la casa de arriba abajo en un santiamén encontrando en el baño un bote de vicksvaporub que usó para untar en sus orificios nasales, unos guantes de goma debajo del fregadero que  introdujo en sus manos con mucha profesionalidad (se notaba que dominaba el arte de la urología) y, apretando un botón de una grabadora que sacó de debajo una de sus pechugas, empezó a parlotear mientras cacheaba el cadáver.
-Hombre caucásico de unos cuarenta años de edad bastante mal llevados. Bolsillo derecho: dos bolsitas con polvo blanco, y un papel con una dirección: c/camelias doce séptimo primera. Bolsillo izquierdo: cartera de piel de cocodrilo auténtica con trescientos pavos en efectivo. No lleva ninguna acreditación encima ni deneí, ni tarjetas de crédito… nada de nada...
Apagó la grabadora guardándola de nuevo en su sitio, y escondió el hallazgo del fallecido embutiéndolo entre sus tersas carnes y el tirachinas que llevaba como ropa interior.
Luego paseó sus mallas fucsia hasta donde me encontraba yo en mi mal momento, y utilizando un vocabulario propio de las mujeres acostumbradas a tratar con hombres deprimidos, solos y pervertidos sentenció:
-Hola… ¿eres retrasado?, ¿Vives solo en esta pocilga o tienes tutor legal?
Intenté balbucear una respuesta simple y clara, pero mi boca solo alcanzaba a decir “p—e---- pe—pechuugass enorrrmessss…”.
-Mi nombre es Agustina Romerales y soy una agente de la ley y el orden de este país. Llevo este atuendo que me cuesta tres constipados y cinco pulmonías anuales porque estoy infiltrada en el gremio de la prostitución para extinguir la trata de blancas. Vente conmigo y seguirás con vida, o quédate aquí llorando y muere como escoria marginal de la sociedad. ¡Tú eliges!
De pequeño me diagnosticaron un autismo pasajero encontrándome yo en situaciones límite,  así que no teniendo ni idea de lo que habían dicho las mallas fucsias, me dispuse a seguir sus glándulas mamarias (madre sabia,la naturaleza) allá donde me llevaran.
-Vamos a la calle camelias número doce… y toma –Dijo dándome unos pellizcos de polvo blanco- Esto es mano de santo para hacer hablar hasta al más tonto.
Y dicho esto, sacó un arma de debajo de la otra pechuga, y empezamos a descender del edificio.

jueves, 30 de diciembre de 2010

...CARTA A LA MONARQUÍA ORIENTAL...


Excelentísimos SSMM de Oriente:

En primer lugar les ofrezco mis disculpas, ya que debido a mi humilde familia y mi más aún deficitaria formación académica, no estoy familiarizado con el uso del protocolo que merecen tan excelentísimas majestades. 

El propósito de mi carta es la de intentar explicar los despropósitos en que me he visto involucrado durante mi fatídica vida convirtiéndome por ello en persona “non grata” para el gremio navideño; y así puedan sus majestades (por vez primera en treinta y tres años) dejar amablemente los obsequios navideños en el salón de mis veinticinco metros cuadrados de habitáculo, entre el urinario y la cama, debajo de los fogones.

Empezaré con el relato de mi vida en mi más temprana edad, ya que en mi origen se encuentra el kit de la cuestión que me llevó a delinquir, y por tanto, a no ser merecedor de vuestra real simpatía.

Nací en una caravana circense que rotaba por todos los pueblos de España. A mi padre equilibrista de nacimiento, le diagnosticaron vértigo cuando yo contaba tres años. El médico le prohibió seguir con su profesión (la única que conocía y amaba) y él se negó a dejarla.  Un mes después de aquello moría en Jerez, perdiendo el equilibrio a 5 metros de altura.
Mi madre, mujer barbuda de profesión, quedó muy depresiva a consecuencia de los hechos anteriormente narrados sumergiéndose  de lleno en líquidos etílicos de toda clase e índole para olvidarlo.

Un día hablando con su amiga de la infancia, Amparito, que también estaba viuda de hacía poquito, decidió que nos íbamos a vivir con ella a Barcelona para empezar una nueva vida. Esa misma mañana  mientras yo hacía las maletas, ella fue afeitarse y sacarse la última huella de su pasado. No calculando bien a causa del grado alcohólico intravenoso, acabó desgarrándose sin querer  la aorta en el intento. Sus últimas palabras mientras yo aguantaba su rechoncho cuerpo  bañando en sangre fueron “Borjita, prométeme que serás virgen hasta que encuentres a una buena moza”.

El trauma se cebó en mi mente doceañera y me quedé sin habla durante un tiempo. Como era menor de edad y huérfano de repente, los servicios sociales me llevaron a un orfanato para chicos subvencionado de dudosa reputación. De los años que viví en el centro no obtuve un gran fruto académico. El director, Don Marcelino, estaba siempre enfermo y era el de mantenimiento “el circuitos” quién nos daba clases con sus escasos conocimientos. Aprendimos a desatascar retretes, cambiar bombillas y aplicar primeros auxilios sobre “lampismo” casero. Con el mundo de la especulación pisándonos los talones, pronto vendieron el orfanato para convertirlo en dos rascacielos de pisos de obra nueva de poca calidad, y dándonos un par de monedas para coger un autobús y un bocadillo, nos echaron a la calle. 

Una de las pocas opciones que tenía para sobrevivir un chico de dieciséis años como yo, sin oficio ni beneficio y poco agraciado, fue la de dedicarme a ser carterista.  Gracias a los guiris pude pagarme un albergue barato e higiénico ubicado en la periferia Barcelonesa. Así fue como conocí a Pilica, una chica dulce y de buen ver sin muchas luces pero con un par de buenas razones que se movían al compás de sus apetecibles caderas. Su padre, el regente del albergue, adivinó rápido mis intenciones para con su hija y un día encontrándome a punto de ir al metro (pues era día de aguinaldo navideño), me comentó de mal agrado que no iba a dejar salir a su querida hijita con una escoria suburbana y pobre como yo.

 Así que viéndome obligado nuevamente a delinquir, planeé hurtos más grandes para poder satisfacer a mi suegro, a Pilica y a mis necesidades como virgen tardío. Un domingo por la mañana de verano,  entré en el banco del bebeuveá de la Rambla Cataluña armado con un pasamontañas y una pistola de agua; a los quince minutos fui sustraído del mismo, esposado y en dirección a Chirona lejos de mi amor y de mi posibilidad de convertirme en un macho ibérico de verdad.

Al cabo de cinco años en la sombra y  sin remediar mi estado sexual adolescente, un juez se apiadó de mí dejándome en libertad condicional pero con la obligación de hacer servicios sociales a la comunidad.

Fue así como conocí a Carmelita, una chica poco agraciada pero cariñosa, con la que me metía mano mientras limpiábamos el Turó de l’home de cacas perrunas y utensilios médicos no esterilizados. La cosa fue a más, y cuando estaba ya palpando sus carnes y asegurándome los cimientos de un hogar y una familia, me pidió veinte euros por los servicios dejándome con poco riego sanguíneo en el cerebro y recordando la promesa hecha a mi difunta madre.  Me volví a casa con el corazón roto. Los entresijos del destino se habían vuelto a cebar en mi humilde persona. Me costó superar aquello.

Y hasta día de hoy, que vivo en un modesto piso de veinticinco metros cuadrados en la Plaça del Pi, trabajando de lampista por cuenta propia y de estado civil soltero. 

Así que, no siendo muy bueno con las matemáticas y utilizando algoritmos neperianos de andar por casa,  los treinta y tres regalos que me deben sus señorías (uno por año de vida) restados a los infortunios delictivos descritos anteriormente en mi infeliz vida, dan por resultado diez regalos navideños a recibir por el redactor de esta carta, oseasé un humilde servidor.

Y para no marear mucho a sus celebridades, y teniendo en cuenta en que al llegar a casa me he encontrado con un “cuadro” que yo no he pintado,  he detallado una lista de regalos sin orden de importancia que altere los factores.

REGALO 1: Un billete de ida a las Canarias
REGALO 2: Un boleto para el sorteo del niño acabado en cero.
REGALO 3: Qué alguien con conocimientos y aptitudes criminológicas me explique qué ha acontecido en mi hogar durante mi ausencia.
REGALO 4: Que los maleantes que hayan desvalijado mis veinticinco metros cuadrados, vuelvan a ordenarlos según estaba anteriormente a los hechos.
REGALO 5: Que los susodichos mencionados en el punto anterior, se lleven el cadáver que hay encima de mi cama.
REGALO 6: Que desaparezca el arma homicida que sin querer he tocado, al tropezarme con todo el desorden generado por los susodichos mencionados en el punto anterior y ulterior.
REGALO 7: Que se desinfecten las sábanas de lino donde yace el difunto, que son del albergue del padre de Pilica y son recuerdos emocionales.
REGALO 8: Que la policía deje de acordonar la zona y se vayan para sus casas.
REGALO 9: Que la prostituta que hay en el rellano no tenga enfermedades venéreas.
REGALO 10: Que la susodicha tenga espíritu navideño y acepte mi propuesta matrimonial.

Quedando en paz si todo esto acontece pronto, reciban una cordial salutación:
BORJITA PERDÍZ COLORADO.