martes, 25 de enero de 2011

CARTA A LA MONARQUÍA ORIENTAL 2: "cómo conocí a Agustina"


Antes de leer esta entrada, asegúrese de haber leído (y entendido) la entrada anterior a este BLOG “Carta a la monarquía oriental” para poder conocer mejor y entender el intríngulis de las aventuras y desventuras de Borjita Perdiz Colorado.


Abrí la ventana de mi (ya no tan) confortable hogar, y lancé mi carta al vacío con la esperanza de que sus señorías la recibieran por arte y gracia divina. Cuál fue mi decepción cuando apenas se desplazó cinco centímetros del marco del cristal, fue atravesada por dos balas del calibre 45 desintegrándola en milésimas de segundo.  Acto seguido (tal y como Newton predijo) las balas volvieron a bajar por donde habían venido dejando un “Toñito,joputa que más dao!” y el ruido de una sirena de ambulancia que se alejaba. La policía seguía en la calle, o al menos los que habían sobrevivido a su propio tiroteo.
El plan “A” había fallado. Así que no quedándome otra opción que ejecutar el plan “B” me acurruqué en una esquina intentando no dejar que la prostituta me viera llorar.
Ella, en cambio, registró la casa de arriba abajo en un santiamén encontrando en el baño un bote de vicksvaporub que usó para untar en sus orificios nasales, unos guantes de goma debajo del fregadero que  introdujo en sus manos con mucha profesionalidad (se notaba que dominaba el arte de la urología) y, apretando un botón de una grabadora que sacó de debajo una de sus pechugas, empezó a parlotear mientras cacheaba el cadáver.
-Hombre caucásico de unos cuarenta años de edad bastante mal llevados. Bolsillo derecho: dos bolsitas con polvo blanco, y un papel con una dirección: c/camelias doce séptimo primera. Bolsillo izquierdo: cartera de piel de cocodrilo auténtica con trescientos pavos en efectivo. No lleva ninguna acreditación encima ni deneí, ni tarjetas de crédito… nada de nada...
Apagó la grabadora guardándola de nuevo en su sitio, y escondió el hallazgo del fallecido embutiéndolo entre sus tersas carnes y el tirachinas que llevaba como ropa interior.
Luego paseó sus mallas fucsia hasta donde me encontraba yo en mi mal momento, y utilizando un vocabulario propio de las mujeres acostumbradas a tratar con hombres deprimidos, solos y pervertidos sentenció:
-Hola… ¿eres retrasado?, ¿Vives solo en esta pocilga o tienes tutor legal?
Intenté balbucear una respuesta simple y clara, pero mi boca solo alcanzaba a decir “p—e---- pe—pechuugass enorrrmessss…”.
-Mi nombre es Agustina Romerales y soy una agente de la ley y el orden de este país. Llevo este atuendo que me cuesta tres constipados y cinco pulmonías anuales porque estoy infiltrada en el gremio de la prostitución para extinguir la trata de blancas. Vente conmigo y seguirás con vida, o quédate aquí llorando y muere como escoria marginal de la sociedad. ¡Tú eliges!
De pequeño me diagnosticaron un autismo pasajero encontrándome yo en situaciones límite,  así que no teniendo ni idea de lo que habían dicho las mallas fucsias, me dispuse a seguir sus glándulas mamarias (madre sabia,la naturaleza) allá donde me llevaran.
-Vamos a la calle camelias número doce… y toma –Dijo dándome unos pellizcos de polvo blanco- Esto es mano de santo para hacer hablar hasta al más tonto.
Y dicho esto, sacó un arma de debajo de la otra pechuga, y empezamos a descender del edificio.