miércoles, 27 de abril de 2011

CARTA A LA MONARQUÍA ORIENTAL 7: "apelotonamiento sagrado"


Antes de leer esta entrada, asegúrese de haber leído (y entendido) la entrada anterior a este BLOG “Carta a la monarquía oriental” para poder conocer mejor y entender el intríngulis de las aventuras y desventuras de Borjita Perdiz Colorado.


                     
De cómo me encontré en la morada de un ser supremo omnipresente, omnipotente y omnisciente, vestido como un servidor de Dios y acompañado de dos mujeres de muy buen ver, una enseñando las vergüenzas (y sin acto sexual previo) y la otra, agazapada detrás del sofá con un traje de novia de un blanco virginal, ya fuisteis informados en la entrega anterior.

Pues bien, narraré los acontecimientos que acontecieron acto seguido, y en los cuáles empieza a en revesarse la historia que acontece sobre lo acontecido.

Agustina, muy dada al nudismo pechuguero desde que nos conociéramos por primera vez, entró en el cuarto jadeando y contándome entre trompicones y palabras malsonantes,  que habían secuestrado a Don Marcelino y querían canjearlo por Catalina (la novia virginal), y tirándome acto seguido con fuerza en la mollera, la siguiente nota que daba veracidad a sus sospechas.

El papel que desplegué con sumo cuidado, decía así:

“A quien corresponda lo del anciano:
Para recuperarlo sin muertes antinaturales de por medio (el viejo está ya vivido) queremos que sigáis estas, nuestras instrucciones. A las doce cero cero (de la noche, por si esto le ayuda a ubicarse) tienen una habitación reservada en el Hostal “Piluca’s rums” sito en la calle petritxol número veinte a nombre de “Perales”. Una vez allí, se hospedaran junto con Catalina (la novia de esta ceremonia) y esperaran nuevas instrucciones.
Si hay policía de por medio morirán. Si no hacen lo que se pide en esta nota, morirán. Si pretenden hacernos jugarretas, morirán.
Firmado: no podemos identificarnos o también morirán.”

De mi exposición oral, que no fue digna de premio académico debido a mi lentitud para con la pronunciación de la eme que en tantos “morirán” era hallada, se oyeron unos gemidos detrás de la tapicería del sofá.

-¿No me entregaréis, verdad? – Dijo la doncella de pedigrí llorosa mientras salía de su escondite.

- Hueles a cadáver virgen– Dijo Agustina acto seguido de hacer una liberación de gas del tracto digestivo que olía a carajillo.

Catalina rompió a llorar nuevamente.

-A ver Catalina hijamía… –Dije aproximándome para acariciar su suave cabellera,  e intentando adueñarme de la situación cuál macho de la manada protegiendo a sus cachorrillos. – la verdad es que lo tienes magro… pero tranquilicémonos y pensemos en algo positivo…

Un sonido en la puerta interrumpió mi sermón, como buen padre, sobre la muerte y el no tener que preocuparse nunca más por la depilación, la celulitis y demás problemas terrenales.

 -¿Quien va? – Pregunté mientras las dos mujeres se escondían juntas, pero no revueltas, detrás del sofá.

-Soy Joan Carles Suñer, el padre de la novia.

Abrí la puerta,  encontrándome de repente con  una panza embutida en un frac, seguida por una cabeza calva vestida con un espeso bigote y dos piernas de alambre que sostenían el rechoncho cuerpo.

-Vaya… usted no es el padre Geremías… bueno pá’l caso… -Dijo sentando su plano y ancho trasero, dejando descansar así la barriga encima de las rodillas - lleva usted sotana que al fin y al cabo es la unión que tiene usted con Dios (bueno esa y el celibato, no sé si me entiende)… -encendiéndose un puro, prosiguió-  a lo que vamos… la niña se me casa, y antes tengo que confesarme…

- Sintiéndolo mucho y encontrándome ocupado con los preparativos religiosos de la ceremonia, con tres aves maría mirando hacia Burgos,  Dios le perdonará ipsofactamente. Que los católicos no somos gente rencorosa… -Dije intentando sacar al hombre de la habitación lo antes posible.

-Mire padre – prosiguió ignorando por completo mis sabias palabras. – En esta boda tiene usted delante a la crème de la crème de la burguesía catalana. Panoja de la buena en cada traje de esmoquin que encuentre dentro. ¿Usted cree que nosotros, la clase social alta, hacemos dinero con oenegés para niños del África? Pues no… yo en concreto, me dedico a continuar el negocio de mi familia, soy el “hereu” de los Suñer… ¿me sigue?...  tengo una fábrica de pegamento con ligeras dosis de cocaína que distribuyo en los colegios a buen precio, para que estos se vayan enganchando y consuman mis productos, luego vendo un antídoto para desengancharse en la farmacia a un precio desorbitante… e aquí el beneficio que paga una torre en Vallvidrera y que la niña estudie en un buen colegio del Opus.  –Dicho esto le pegó una pipada al puro tan profunda, que exhalaron humo hasta sus zapatos.- Esta boda nos servirá para impulsar nuestro negocio en las afueras de España, porque como ya sabrá usted bien, mi yerno domina el lenguaje anglosajón a la perfección…

-Bueno si ese es el caso que le preocupa, y que quiere que Dios le perdone, su castigo va  a ser bajar un poco el precio del antídoto en las escuelas públicas… ¿de acuerdo?... Pues venga no se olvide usted de sus avesmarías y a sentarse a esperar que empiece el bodorrio.

-No padre, espere. Todo iba bien, hasta que ayer me dieron una muy mala noticia –Dijo derramando una lagrimilla que se perdió en su espeso mostacho.-  Para resumirle rápidamente, mi matrimonio es una farsa. Conocí a Aureliano Palomares estando yo en la mili y me enamoré perdidamente de él. Teníamos una relación. Estábamos enamorados… ya sé que esto la Iglesia no lo entiende, y seguramente por eso Dios me ha castigado. Encontraron a Aureliano calcinado en un piso de la Plaça del Pí… Creo que mi Palomito tenía un amante que fue quien lo mató y no pararé hasta ver a ese gigoló muerto con las tripas perforadas… ¿me sigue?

Comprobando  que era genético en esa familia lo de la lágrima fácil, Joan Carles se puso  a berrear.

La pista sobre un cuerpo muerto en un piso de mi calle, me hizo pensar que podría tratarse del muerto hallado en mi cama ese mismo día. Hice, expresamente, oídos sordos a la palabra calcinado, ya que llevaba todo el día llevándome malas noticias, y siendo yo una persona sensible y por ende depresiva, no quería hacerme ideas preconcebidas de lo que podría haberle pasado a mi humilde, y modesto hogar.

Intentando de nuevo, adueñarme con la situación, quise aproximarme para calmarlo y acariciarle la cabellera, pero como en este caso era alopécico me centré en el mostacho.

-Éramos como el romeo y el Julietto de la mafia catalana ¿me sigue?... –Dijo entre sollozos y lamentos.

Cogí la botella de vino que había aún del cura fallecido, y se la puse en la comisura del labio intentando así que dejara de llorar. Se la bebió de un trago, y cuando empezaba  ya a relajarse a causa del alcohol, sonaron otra vez los dichosos golpecitos en la puerta.

-No pueden saber que estoy aquí – Dijo cogiéndome de la sotana. 

–Tiene que esconderme usted detrás del sofá…

-Será mejor que se quede bajo el escritorio… que el sofá está lleno de mugre y lo va a dejar perdido.
Esperé hasta que el progenitor de la novia, hubo embutido sus carnes y grasas bajo el escritorio, para poder abrir la puerta de nuevo.

Volví a girar la manecilla de la puerta, por cuarta vez durante la tarde noche encontrándome así con una mujer de unos cincuenta años, muy bien operados.

-Padre Gere… Usted no es el padre Geremías…

-Es usted una mujer muy observadora –Dije besando la mano llena de sortijas, que esta me alcanzó al entrar. –Soy su sustituto, el que casará a Doña Catalina en cuanto Dios todopoderoso y los integrantes de esta boda me lo permitan.

- Bueno no es usted tan atractivo como él, pero me sirve. Mire usted, dentro de unos diez minutos, vamos a casar a la niña, y esto me pone depresiva. El padre Geremías siempre me dedica cinco minutillos de su cuerpo cuando me pongo triste. Sólo es un préstamo, una ayuda al prójimo en los ojos de Dios… aunque a juzgar por su fisionomía, no creo usted que tenga demasiados escarceos, seguramente con veinte segundos lo tenemos enllestido. Ala bájese los pantalones, que yo ya he venido sin ropa interior.

Y dicho eso la mujer se levantó las faldas, dejando entrever aquello que solo había visto hojeando revistas no aptas para curas, en el quiosco de Don Miguelón.

Subiéndome a prisas la sotana y desabrochándome la bragueta, volvieron a interrumpirme por quinta vez los ya odiosillos golpecitos en mi santo despacho.

Puede observar por las piernas peludas que se hallaban debajo de unos delicados vestidos de seda, que eran los gorilas de la entrada.

-Padre, la boda tiene que empezar ya o la familia del  novio se lanza a tiros con todo el mundo.

Entonces el de la izquierda se rascó las partes bajas de una forma muy poco femenina y se fueron tal y como habían venido.

Despedí a la señora Suñer, citándola al oído de nuevo para una tarde más tranquila. Cuando se hubo ido, hice palanca con una escoba para sacar al Señor Suñer de debajo de la mesa. Cuando dejó por fin de berrear y se fue cerrando la puerta, fui, entonces, en busca de mis damiselas.

-La muy debilucha se ha desmayado. Vamos a darle de ostias hasta que sea necesario para empezar el bodorrio. Una vez acabada la ceremonia, buscamos alguna excusa y nos la llevamos al motel.

Estando yo sin sangre en la cabeza, y dejándome llevar, como estaba haciendo todo el día, asentí y dejé que los planos de Agus fueran órdenes para mi esbelto y algo cansado cuerpo de sacerdote.

No hay comentarios:

Publicar un comentario